Adicción a la comida

Adicción a la comida (AC)

Adicción a la Comida: ¿Es hora de considerarlo trastorno?

 

¿Qué es este fenómeno?

La adicción a la comida (AC) podríamos entenderlo como el consumo compulsivo y perpetuado de ciertos grupos de alimentos nocivos (en su mayoría azúcares, harinas refinadas y grasas trans).

Actualmente, pese a constatar de similitudes con los mecanismos neurobiológicos de las demás adicciones; no se ha reconocido oficialmente a este fenómeno como un trastorno.

Pese a que el término fue acuñado en 1956 por el alergólogo Theron Randolph; no es hasta hace seis años que su estudio se ha enfatizado.

 

Prevalencia

La adicción a la comida es un fenómeno que puede afectar a cualquiera; pero el perfil más notorio es el de individuos mayores de 35 años con sobrepeso y obesidad (aunque sobre un 11,4% de los estudiantes estadounidenses con normopeso también lo sufren).

 

Mecanismos internos

Para entender este fenómeno, tendremos que saber cómo funcionan los mecanismos de recompensa cerebrales: el sistema límbico.

Este se halla regulado por neurotransmisores y hormonas, de modo que el consumo de sustancias o llevar a cabo conductas adictivas, resulta en la secreción de opioides, dopamina y serotonina (en su mayoría); los cuales producen placer inmediato en el sujeto.

Este placer ‘virtual’ causado, en el caso de la AC, por la comida basura, implica el consumo continuo de esta misma, llegando  al desbalance hormonal del propio cuerpo: hormonas como la grelina y la leptina, encargadas del hambre y la saciedad, dejan de funcionar como deberían.

De este modo, en los sujetos con AC:

  • Los mecanismos de saciedad nunca funciona debidamente
  • La búsqueda de placer se enmascara en ‘hambre emocional’ y esta es insaciable
  • Los niveles bajos de serotonina atrofian el control de inhibiciones de la persona
  • Aumenta la impulsividad
  • Aparecen conductas de atracón
  • Puede estar seguido de sentimientos de culpabilidad
  • Se pone en riesgo su salud (colesterol, diabetes, daños a la microbiota intestinal –con repercusiones a nivel neurológico-…)
  • Disminución de la autoestima

 

Medición

Desde la Psicología, contamos de momento con dos pruebas de evaluación; la ‘Yale Food Addiction Scale (YFAS)’ y el ACORN Assessment Tool (auto-evaluación para el screening de una posible adicción a la comida), pero carecemos de escalas más específicas.

Tratamiento

Puesto que la AC aún carece de identidad diagnóstica, no cuenta con un tratamiento psicológico específico.

No obstante, ante pacientes con estas características, se le aplican tratamientos del mismo campo de los TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria), puesto que algunos síntomas son iguales.

Además de la Terapia Cognitivo Conductual, que ha dado buenos resultados, se aplica también la Terapia Interpersonal (TIP) y la Terapia Dialéctica Conductual (TDC), además del uso de las nuevas tecnologías, mediante videojuegos, para potenciar habilidades como el autocontrol y la autoestima.

Con ellas, se consigue, entre muchas otras cosas:

  • Manejo de situaciones de ‘riesgo’
  • Identificación de estímulos que llevan a la pérdida de control
  • Intervención en la impulsividad
  • Regulación de emociones (tanto agradables como desagradables)
  • Autoestima

Problemática

Es crucial resaltar que la carencia de información sobre esta adicción, da lugar en el ámbito psicológico a ciertos sesgos:

  • Por ejemplo, la ‘reintroducción de alimentos propios de las sobreingestas’; esto es, ir introduciendo comidas altamente palatables en los hábitos alimenticios del paciente.

Es un problema puesto que, como en cualquier adicción, la habituación ha de romperse por completo. Se ha de impedir rotunda y completamente el contacto con el precursor de ese placer enfermo. El ‘círculo vicioso’ nunca se romperá por completo si se sigue administrando la ‘droga’, aunque esta haya sido previamente etiquetada como apta para el consumo humano.

Solución

Desde mi humilde punto de vista, sería necesaria la acción de un equipo multidisciplinar formado por psicólogos, médicos y nutricionistas.

Además de una re-educación sobre la alimentación; el tomar conciencia de lo que verdaderamente es dañino para el cuerpo. Y no solo eso, sino una educación con respecto a la sociedad obesogénica en la que vivimos actualmente.

Nunca puede faltar tampoco una educación en virtudes de la persona; uno puede tomar conciencia de sí mismo y ser conocedor del daño que la comida basura ejerce sobre la salud; pero sin unas virtudes llevadas al hábito, nunca podrá poner en marcha su cambio a mejor:

Prudencia al elegir los alimentos que se ingieren, templanza para moderar los placeres, fortaleza para resistir a las ansias y enfrentarse a los vicios de uno mismo y justicia para darnos lo mejor a nosotros mismos, a nuestra salud tanto mental como física.

Y recordemos que sentir no significa consentir.

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