Vampiros emocionales

Los reconocerás enseguida. Son una especie bastante habitual.

Se camuflan entre la gente tomando aspectos de seres humanos. Encuentran trabajos normales. Van a los mismos sitios que tú. Caminan entre la gente por las calles sin apenas levantar sospechas. Pero a poco que te fijes enseguida se les distingue. Son personas grises, capaces de amargarte el día con mucha facilidad.

Su modo de acercarse es sigiloso, como el de un gato que acecha a su presa. Hay veces en las que te empiezan a hablar en un paso de peatones, en la cola del supermercado, o en el ascensor. Los más sagaces se ganan tu confianza. Despiertan cierta simpatía. Hablan de temas que te interesan.

Algunos comienzan a vivir cerca de ti, o ingresan en tus mismos cursos, o en tu empresa. Se acercan despacio hasta que poco a poco vas bajando la guardia.

Su forma de actuar es precisa, como el mecanismo de un reloj. Empiezan con pequeños comentarios negativos. Sutiles quejas sobre temas cotidianos. Apenas imperceptibles.

En el siguiente paso critican sucintamente a alguien lejano. Quizá un famoso o un político. Luego la queja pasa a ser de alguien conocido. Puede que un amigo en común, un compañero de trabajo o un vecino.

Progresivamente las quejas y críticas van apoderándose de una buena parte de la conversación. En ellas, el pasado es vergonzoso, el presente repugnante, y el futuro desalentador.

Llega un momento en el que te contagian. Pasas a ser uno de ellos. Tu sangre ha dejado de tener el rojo vivo y brillante de siempre para tomar un tono granate oscuro con tropezones turbios.

La gente que te rodea, ahora los ves llenos de defectos. Todos actúan con mala intención. Desde ese momento, en tu trabajo entra un cliente y piensas “otro que viene a molestar”.

La gente huele mal en el autobús. Los bebés lloran más alto y más molesto. El tráfico va más lento. Eso parece. Tu teléfono suena y justo al escuchar:

– “Buenos días, mi nombre es Samanta Gómes. ¿Es usted el titular de la línea?
Contestas con un rotundo y seco:
– ¡Mierda!

Y desde ese momento tu día se estropeó. Y todos van a pagar por ello.
Ahí es cuando empiezas a buscar presas. Te has convertido, tú también, en un vampiro emocional.

 

Psicólogo Fernando PenaFernando Pena

Psicólogo con consulta clínica privada y profesor de Psicología Clínica en el Instituto Europeo de Formación de Formadores. Director del Máster de Psicología Clínica de la AEPCCC en Valencia. Responsable del consultorio psicológico del periódico Las Provincias. Asesor de psicólogos sanitarios para la Agencia de Publicidad AMA.

E-mail: Fernando@cop.es
Twitter: @Psicoteca

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