Lo que se recuerda nunca muere

 

Me pregunté si todo lo que estaba haciendo te devolvería a mi lado. La respuesta era tan clara como triste. Entonces me levanté y decidí hacer todas esas cosas que tan orgulloso te hacían sentir de mí. Quizás eso me llevaría a estar un poquito más cerca de ti y un poquito más lejos de la angustia. No siempre funciona, por ahora casi nunca; me pesa el cuerpo, me falta el aire… ¡Cuánto te echo de menos! Cuánto os echo de menos… 

 

 

 

Si algo tienen las cosas malas de la vida es que te enseñan a mirar a la vida desde unos ojos muy diferentes, quizás más realistas y humildes. Acostumbrados a la queja,  las preocupaciones, las prisas y el estrés ¡somos expertos en ello! para que un día la vida, quizás harta de dar siempre las mismas lecciones, te recuerde que te estas equivocando ¡que no consiste en eso! y que a lo mejor invertiste demasiadas horas, energía y demasiados dolores de cabeza en cosas que nada tienen que ver con lo importante.

Si algo tiene la muerte es que nos enseña a golpes que la vida se va, no es para siempre. Y ¿a quién le gusta eso? Nosotros, acostumbrados a planear el futuro y posponer las cosas como si el mañana fuese algo que se nos debe.

El duelo es uno de los procesos más comunes y dolorosos que puede pasar una persona a lo largo de su vida. Sus síntomas y manifestaciones son parecidos a los de un trastorno depresivo. El duelo es un largo camino que uno debe empezar y terminar (algo muy importante) cuando alguien se va. Pero sin dejar de lado su dureza podemos preguntarnos ¿es el duelo una oportunidad de reflexión y cambio? ¿es el duelo un tormento o un maestro?

Quizás la palabra que mejor lo defina sea tormento, nadie elegiría un maestro tan duro, de esos que enseñan a base de vara y lágrimas. Pero lo cierto es que no nos encontramos con capacidad de elegir en esta ocasión. El duelo es un proceso que todo ser humano va a tener que afrontar, antes o después, incluso en contra de todos nuestros esfuerzos y predicciones. Entonces podemos preguntarnos: si no tenemos elección ¿por qué no escucharlo?  ¿por qué no dejarle que nos enseñe? tal vez de esta forma salgamos sanos de esto.

No existe una fórmula mágica que alivie el dolor ni la mente, pero si puedes tener en cuenta una serie de pasos que te ayuden a afrontar de una forma más sana el proceso sus fases.

 

Fases del duelo

1. Negación

Esta fase se caracteriza porque la persona no acepta lo sucedido. De esta forma, la persona reduce la ansiedad del momento. No aceptar lo sucedido en un primer momento no es un problema, éste se da cuando, pasado un pequeño tiempo, en lugar de asimilar el acontecimiento traumático la persona lo ignora quedando estancada en esta etapa.

2. Ira/ enfado

Es común que una vez empezado el proceso de afrontamiento además de la tristeza, la persona sienta ira, rabia y una enorme sensación de injusticia, incluso busque culpables. Este sentimiento se manifiesta con múltiples formas y conductas.

3. Fase depresiva

La pérdida de alguien cercano es una situación muy dolorosa, que viene acompañada de una enorme tristeza y ansiedad. Además, en esta fase se suele dar una crisis existencial, al ser conscientes de que persona se ha ido.

4.  Aceptación

Esta etapa no representa alegría, sino más bien comprensión y calma. Aceptar la situación dolorosa, así como terminar el duelo antes o después, depende de los recursos y estrategias que lleve a cabo cada persona.  Es muy difícil poner un límite, puesto que se trata de un proceso muy laborioso. Se considera un momento clave en esta etapa aquel en el que somos capaces de mirar hacia el pasado y recordar sin intensa pena y dolor a nuestro ser querido.

                                ¿Cómo puedo llevar mejor este proceso?

  • Deja que el duelo, aunque sea en pequeños instantes, deje de ser un tormento para ser tu maestro; escúchalo y aprende.
  • Tómate tu tiempo para llorar y no levantarte de cama si te apetece. Pero no dejes que esto se prolongue en el tiempo.
  • Reflexiona, ¿acaso el sufrimiento continuado te dará frutos? ¿el sufrimiento cambiará estas circunstancias?
  • Líbrate de la culpa, la cultura y de lo que la sociedad te dicta sobre cómo actuar, que hacer o lo que está bien o está mal. Tu eres quien mejor se conoce y la única persona que sabe realmente que siente, piensa y que debe hacer para superar esto.
  • Permítete salir de esta, date la oportunidad de tener un objetivo, por muy pequeño que sea, que te traiga paz a la mente.
  • No te agobies, la mente cuesta trabajo y este proceso es laborioso.
  • Permítete recaer de nuevo y llorar, no pasa nada, pero no olvides tu objetivo, no pierdas la esperanza.
  • No evites tus recuerdos. Olvidar no facilita el seguir adelante, hay que recordar para asumir. Algún día el recuerdo no dolerá, y es un buen aliado para tener a esa persona con nosotros de forma sana.
  • Cuenta lo que te pasa, habla de tus sentimientos y tus miedos, apóyate en tus seres queridos.
  • Invierte este tiempo en ti. En conocerte, en darte calma, amor, en descansar, en coger fuerzas… Reflexiona acerca de lo que eres y tienes y lo que te gustaría ser y tener.
  • Lucha, es un proceso duro, pero como dice el refrán lo que no te mata, te hace más fuerte. Y en este caso es así.
  • Sigue viviendo. Hay que asumir que se debe seguir. La vida, anque nos parezca demasiado cruel, no cesa por nada. Y es un hecho que debemos seguir, cueste lo que cueste, pero con calma, esfuerzo y tiempo cada día lo hará un poco menos.

Como ya dijimos en varias ocasiones, en relación a la mente y sus procesos, no existe la magia sino el trabajo duro, pero no es menos cierto que éste siempre da sus frutos. El duelo es un proceso duro pero es un proceso necesario y que se puede superar de forma sana. Hoy os invito de nuevo a la reflexión con un texto del libro “El monje que vendió su Ferrari”

“Cuando se baja el telón solo hay una cosa sobre la que tenemos domino absoluto, nuestras mentes. Quizá no podamos controlar el tiempo atmosférico, el tráfico o el mal humor de quienes nos rodean, pero ten por seguro que podemos controlar nuestra actitud hacia esos hechos. Todos tenemos el poder de determinar en qué cosas vamos a pensar en un momento dado. Esta capacidad es parte de lo que nos define como humanos. Sabes, una de las joyas de la sabiduría terrenal que he aprendido en mis viajes a Oriente es también una de las más sencillas: no existe lo que llamamos realidad objetiva o mundo real. No existen los absolutos. … Lo que separa de veras a las personas alegres u optimistas de las que esta sumidas en la desdicha es la forma de interpretar y procesar las circunstancias de la vida.”

 

 

A ti, papá. A ti, abuela.

          Gracias

 

 

www.miconsulta.es

Eva María Rodríguez Vicente, psicóloga jurídico-forense, colaboradora del Centro de Psicología Calma al Mar, Valencia

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One Comment to Lo que se recuerda nunca muere

  1. Francisco José Teijido López dice:

    Cuando toca hablar de la muerte en mis clases empiezo con una frase que repito una y otra vez: «La única verdad incontrovertible es que todos, sin excepción, vamos a morir». Partiendo de esta premisa, en un momento u otro de la vida nos tendremos que enfrentar a la muerte: la de un amigo, la de un familiar cercano, la de una pareja, la de un paciente… La muerte siempre está presente en la vida.
    ¿Cómo integramos la muerte en nuestro devenir personal?. Eso depende mucho de la cultura, porque es la cultura y la tradición la que nos dice cómo hemos de comportarnos. En nuestra cultura, con sólidas raíces judeocristianas, la muerte debe venerarse y vivirse con dolor, con sufrimiento, pero también con la contradicción de que el fallecido va a un nuevo estado más feliz, a una otra vida mejor… Pero los que quedamos debemos sufrir, velar al muerto, soportar el pésame… una verdadera tortura.
    Y yo me empeño en llevar la contraria a esta forma de vivir la muerte.
    1º. Debemos estar preparados para la muerte.
    2º. Siendo algo inevitable, ¿es necesario sufrir?.
    3º. Todos, sin excepción, moriremos
    4º. Después de la muerte no hay nada. Nada queda y nada se va.
    La muerte hay que vivirla como un hecho más de la propia vida, sufriendo lo menos posible, porque seguimos viviendo y nuestra vida es más importante que la muerte.
    Recordemos a nuestros seres queridos fallecidos con la alegría con la que vivieron, y disfrutemos celebrando esa alegría.

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