¿Por qué nos frustramos?
La frustración es una de esas emociones universales que todas las personas experimentamos, pero que pocas veces sabemos acompañar con amabilidad. Surge cuando lo que deseas, esperas o necesitas no se cumple, por ejemplo, un proyecto que no avanza, un objetivo que se complica, un deseo que no se alcanza. Aunque puede resultar incómoda, la frustración forma parte de tu vida emocional y también de tu crecimiento personal.
No solo se relaciona con el resultado, sino con la sensación interna de bloqueo que produce el hecho de que algo importante para ti no esté saliendo como te gustaría. Puedes relacionarte con la frustración de dos formas:
- Alta tolerancia: aceptas que frustrarse es parte del proceso, reconoces que no todo está bajo tu control, y aunque algo no salga como esperabas, puedes adaptarte sin caer en un malestar extremo.
- Baja tolerancia: vives la frustración como algo malo, insoportable o injusto. Te cuesta aceptar que los planes no salgan como imaginabas y esto provoca un malestar emocional intenso que puede afectar en como piensas o en lo que haces.
Aunque cada persona lo vive de manera distinta, hay síntomas que pueden ser comunes, como la sensación de bloqueo, impulsividad, ansiedad, irritabilidad, impaciencia o pensamientos negativos. Estas señales funcionan como indicadores de que algo nos está sobrepasando y necesitamos parar para escucharnos.
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¿Qué factores pueden causarla?
La frustración suele estar influida por elementos internos y externos como:
- Perfeccionismo
- Expectativas rígidas
- Falta de control
- Exigencia externa o interna
- Contexto estresante
- Dificultades en la expresión emocional
Cuando combinas exigencia, presión y falta de flexibilidad, es más probable que la frustración se intensifique.
Existen diferentes herramientas que te pueden ayudar a gestionar la frustración, tales como:
- Pausas conscientes: detenerte un momento para respirar o reconectar.
- Reestructuración cognitiva: cuestionar tus pensamientos rígidos o negativos.
- Autocompasión: tratarte con la misma amabilidad quele darías a alguien que quieres.
- Buscar alternativas.
- Establecer tiempos de descanso.
La frustración es una respuesta natural que puedes aprender a transitar y gestionar durante el proceso terapéutico. No se trata de evitarla, sino de entenderla y acompañarla. Con herramientas adecuadas, la frustración puede convertirse en una aliada para el cambio, la flexibilidad y el autoconocimiento.
Psicólogo colaborador del Centro de Psicología Calma Al Mar.
Empar Porcar Mundo
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