Tengo un cerebro que está diseñado para oredanr las csoas

Es asombroso lo brillante que puede llegar a ser tu cerebro. Una de las características que más me han impresionado es la capacidad que tiene el cerebro para comprender un entorno incomprensible.

Por ejemplo, saber leer es una habilidad fruto de un aprendizaje que se desarrolla entre los 3 y los 6 años. Para adquirirla, sigues unas reglas lógicas de unir trazos concretos con un sonido vocal o consonante determinado, y con cierta práctica pasas a leer de una manera fluida. Pero el cerebro va más allá. Después de adquirida esta habilidad da igual que mezcles diefrenets lertas, que lo que ecsribas sean plabaras que no has leído nunca, porque tu creebro lo va a ornedar y cmopernedr autámoticaemnte a la prefceción.
Es sorprendente, pero no podemos olvidar que la realidad que te muestra tu cerebro en estos casos ha de tener la base de un aprendizaje previo. Sin él, el cerebro fracasaría. Por ejemplo, un alemán sin apenas conocimientos de castellano sería incapaz de descifrar las palabras con las que te has encontrado antes.

La forma en la que el cerebro reconoce y ordena la realidad tiene mucho que ver con ese aprendizaje previo, como vas a ver en el este experimento: Las siguientes imágenes han sido presentadas a un grupo de niños y a un grupo de estudiantes universitarios.

En ambas, le preguntaron a cada grupo:
¿Qué ves en estas imágenes?

    delfines_0_oa_0_o

El grupo de niños, en la imagen de la izquierda, veía un conjunto de 8 delfines nadando. En la imagen de la derecha, una letra A mayúscula con dos puntos.

El grupo de adultos, su cerebro procesó las imágenes para ver, además de lo que decían los niños, una pareja teniendo relaciones sexuales en ambas imágenes.

Los niños no tenían un conocimiento previo que permitiese que sus cerebros identificasen estas escenas de contenido sexual, y por lo tanto sus cerebros organizaban la información para mostrarles, frente a la misma realidad, imágenes mucho más castas.

Este planteamiento puede tener incluso más interés si lo trasladas al campo de las emociones.

Conocer y descifrar las emociones que tienen otras personas no siempre es una tarea fácil. No todo el mundo hace lo mismo cuando tiene una misma emoción. Hay veces en las que la expresa de forma vaga, confusa o desordenada. Sin embargo, tu cerebro tiene aun así la capacidad para entenderla. Aunque sólo va a poner orden en ese conjunto azaroso de señales emocionales si tienes previamente un aprendizaje emocional suficiente. De ahí la importancia de que desde niños se nos enseñen qué son las emociones, cómo se expresan, y cómo se observan en los demás.

Debemos enseñarles a los niños a identificar cuándo tienen ira, rabia, vergüenza o añoranza. Debemos mostrarles qué es normal expresar cuando perdemos a un ser querido, o qué hacer cuando nos reencontramos con alguien que queremos y que hace tiempo que no vemos. Debemos educar para que sepan cuándo tienen miedo, cuándo sienten lástima y cuándo son tremendamente felices por las cosas buenas que les pasan.

Esta educación emocional ha de tener al menos tres elementos:

1. Poner nombre a la emoción.

2. Describir las sensaciones que provoca.

3. Poner ejemplos de cuándo se suele sentir

Curiosamente, lo que hemos observado muchas veces es precisamente lo contrario: la castración de la emoción, con frases como “no llores”, “tienes que ser fuerte”, o gente que se tapa la boca cuando se ríe para ocultar el gesto.

Una adecuada educación emocional podría prevenir incluso muchos de los casos de los que me llegan a la consulta de psicología, en los cuales lo que se produce es una no aceptación de la emoción. Es el caso de los trastornos por ataques de pánico, uno de los problemas de ansiedad más frecuentes, en los cuales quien lo sufre tiene un miedo elevado a las reacciones físicas normales de la ansiedad.

 

 

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