El diálogo socrático en una consulta de psicología
El diálogo socrático aplicado en el ámbito de la psicología es una forma de interactuar con los pacientes que puede ayudar a los pacientes a pensar, tomar decisiones, plantear alternativas de pensamiento y comportamiento así como múltiples beneficios más. Los profesionales de la psicología deberían dominar el diálogo socráctico. En este artículo voy a detallarte cómo es y cómo se realiza un buen diálogo socrático en una consulta de psicología.
Autor: Fernando Pena Vivero
Psicólogo, director del Centro de Psicología Calma Al Mar y presidente de la Asociación Española de Psicología Sanitaria AEPSIS
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Introducción y fundamentos del diálogo socrático en una consulta de psicología
Objetivo de este apartado: Entender qué es el diálogo socrático y su base teórica.
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¿Qué es el diálogo socrático?
El diálogo socrático es una técnica conversacional en la que el terapeuta guía al paciente mediante preguntas estratégicas y reflexivas, con el objetivo de que el propio paciente examine, cuestione y reformule sus pensamientos. Desde mi punto de vista, todos los profesionales de psicología deberían dominar el estilo socrático por la ayuda que proporciona a los pacientes y la forma que tiene de ayudar a pensar y vencer las resistencias.
Inspirado en el método de Sócrates, este enfoque se basa en la creencia de que las personas, con el apoyo adecuado, pueden llegar a sus propias conclusiones más realistas, útiles y coherentes. Se utiliza especialmente en enfoques como la Terapia Cognitivo-Conductual, donde es clave identificar y reevaluar los pensamientos automáticos o creencias desadaptativas.
Ejemplo: Un paciente dice: “Si no saco un 10 en este examen, soy un fracaso.”
El terapeuta no responde “eso no es verdad, no eres un fracaso, tienes muchas cosas en las que eres exitoso”, sino que puede preguntar:
- ¿Qué significa para ti “ser un fracaso”?
- ¿Qué evidencia tienes de que solo sacar un 10 evita el fracaso?
- ¿Cómo valorarías a otra persona que no sacara un 10?
- ¿Hay alguna vez que no hayas sacado un 10 y aun así hayas tenido éxito?
- ¿Podrías pensar en una alternativa más realista a ese pensamiento?
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Origen filosófico y adaptación clínica del estilo socrático
El diálogo socrático tiene su origen en la filosofía griega, específicamente en la figura de Sócrates, quien se dice que enseñaba a través de preguntas en lugar de afirmaciones. Sócrates creía que el conocimiento verdadero no debía imponerse, sino descubrirse desde dentro de la persona. Este método, conocido como mayéutica, buscaba que el interlocutor llegara por sí mismo a conclusiones más claras y fundamentadas. En el ámbito clínico, esta filosofía se adaptó especialmente dentro de la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), gracias a figuras como Aaron Beck y Judith Beck. Ellos tomaron este enfoque para ayudar a los pacientes a identificar y cuestionar pensamientos automáticos distorsionados. Así, el terapeuta actúa como un guía curioso, no como un juez. El objetivo es promover la reflexión crítica, el auto-descubrimiento y el cambio de creencias disfuncionales. Esta adaptación permite transformar un principio filosófico en una herramienta clínica efectiva y empática. En consulta, el diálogo socrático no busca tener razón, sino facilitar comprensión.
La madre de Sócrates, Fenarete, fue una mujer conocida por su oficio como comadrona. Este dato es interesante porque tiene una relación simbólica con el método socrático de hacer preguntas. Fenarete ayudaba a las mujeres en el parto, que encuentra un paralelistmo en el método socrático que es «dar a luz» a nuevas ideas. Sócrates, siguiendo el ejemplo de su madre, usaba un enfoque similar en sus enseñanzas: no le daba directamente a sus interlocutores las respuestas, sino que les ayudaba en el “parto” de sus propios pensamientos y conocimientos a través de preguntas.
Este enfoque socrático, refleja el trabajo de su madre: en lugar de imponer un conocimiento externo, Sócrates facilitaba el proceso de descubrimiento interno. De igual manera que una comadrona no da vida, pero facilita el proceso del parto, Sócrates no da las respuestas, sino que guía a sus discípulos para que descubran la verdad por sí mismos.
Este paralelismo entre la profesión de Fenarete y el método socrático subraya la importancia del proceso de auto-descubrimiento a través de un diálogo activo, donde las respuestas surgen de las reflexiones internas, en lugar de ser impuestas desde fuera.
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Diferencias con la confrontación o el consejo directo
El diálogo socrático se diferencia claramente de la confrontación y del consejo directo por su estilo respetuoso, exploratorio y colaborativo. Mientras la confrontación implica señalar de forma directa errores o distorsiones, el diálogo socrático invita al paciente a reflexionar por sí mismo sobre sus pensamientos, sin imponer juicios. Por otro lado, el consejo directo coloca al terapeuta en una posición de experto que dice al paciente qué hacer, lo cual puede generar dependencia o resistencia. En cambio, el diálogo socrático fomenta la autonomía del paciente, ayudándole a desarrollar habilidades de análisis y autorregulación. No se busca “corregir” el pensamiento, sino facilitar una toma de conciencia que permita construir alternativas más útiles. Esto fortalece la alianza terapéutica, reduce que el paciente se ponga a la defensiva y promueve cambios duraderos. Es un proceso de descubrimiento conjunto, no de imposición. El terapeuta guía, pero no da las respuestas.
Un ejemplo de confrontación en una consulta de psicología que no siga el enfoque del diálogo socrático podría ser el siguiente:
Paciente: «Mi pareja me abandonó, nunca voy a ser capaz de tener una relación y que alguien más me quiera”
Terapeuta (confrontación): «Eso no es cierto. Has tenido otras parejas anteriores en tu vida, por ejemplo, conociste a tu primera pareja, Rocío, con 17 años y estuviste 8 años con ella. Luego estuviste con Ana 9 años más y con Úrsula tan solo has estado 4 años. Deberías dejar de pensar que nadie más te va a querer porque sí has tenido a varias personas que te han querido.»
En este caso, el terapeuta impondría su propia evaluación de la situación al paciente, diciéndole directamente que su pensamiento es incorrecto sin permitirle que el paciente explore por sí mismo las evidencias de su creencia ni llegue a una conclusión alternativa. Esta confrontación puede generar en el paciente que se ponga a la defensiva, pues en lugar de invitarlo a reflexionar, se le está diciendo qué pensar, lo que es más directo y menos colaborativo que el enfoque socrático.
Veamos un ejemplo de confrontación y consejo directo, que se aleja del estilo socrático:
Paciente: «Siento que no soy suficiente para mis amigos, siempre les defraudo.»
Terapeuta: «Eso no es cierto, no puedes estar defraudando a todos. Además, si ellos realmente fueran tus amigos, no esperarían que fueras perfecto todo el tiempo. Deberías de buscar a gente que no ponga expectativas exageradas sobre ti»
En este caso, el terapeuta niega directamente la percepción del paciente y le impone su visión de lo que significa ser un «buen amigo», ofreciendo consejos de lo que debe de hacer. Esto puede resultar en una respuesta defensiva por parte del paciente, ya que no se le invita a explorar su pensamiento, sino que se le dice que está equivocado.
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Beneficios terapéuticos
En el Centro de Psicología Calma Al Mar en el que trabajo he podido comprobar durante todos estos años cómo el diálogo socrático favorece una mayor comprensión emocional y cognitiva por parte del paciente, ayudándole a conectar lo que piensa con cómo se siente y actúa. Este proceso mejora la metacognición, es decir, la capacidad de observar y evaluar los propios pensamientos. También potencia la autoeficacia, ya que el paciente siente que puede llegar a soluciones por sí mismo. Al no sentirse juzgado, aumenta la confianza en el proceso terapéutico y en su relación con el terapeuta. Favorece una actitud más curiosa y abierta frente a sus propios esquemas mentales. Además, disminuye la rigidez cognitiva, facilitando el cambio hacia pensamientos más flexibles y adaptativos. Se convierte en una herramienta que los pacientes pueden internalizar y aplicar en su vida diaria, fortaleciendo su autonomía emocional. Todo esto contribuye a una reducción sostenida del malestar psicológico y una mejor toma de decisiones. Mi opinión profesional es que debe ser una herramienta que se debe emplear debido a los múltiples beneficios que ofrece.
Después de lo leído hasta aquí, ¿qué crees que diferencia una buena pregunta de una pregunta socrática?»
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Técnicas y estructura del diálogo socrático en una consulta de psicología
Objetivo de este apartado: Conocer cómo se construye un diálogo socrático.
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Principios básicos: curiosidad, colaboración, guía sin imponer
El diálogo socrático se apoya en una actitud de curiosidad genuina, donde el terapeuta no presupone saber la verdad del paciente, sino que se interesa auténticamente por cómo éste construye su experiencia. Esta curiosidad abre espacio a una exploración profunda, sin prisa ni juicio. La colaboración es clave: terapeuta y paciente trabajan como un equipo, buscando juntos comprender los pensamientos y creencias subyacentes. No se trata de “corregir” al paciente, sino de caminar junto a él en un proceso de indagación. El terapeuta actúa como guía, no como experto que impone respuestas. Respeta el ritmo del paciente, adaptando sus preguntas para que sean comprensibles, oportunas y emocionalmente accesibles. Este enfoque evita la resistencia y promueve una reflexión más auténtica. Al no imponer conclusiones, se refuerza la propiedad del cambio, que nace desde dentro del paciente.
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Tipos de preguntas en el diálogo socrático en una consulta de psicología:
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Clarificadoras
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Las preguntas clarificadoras son aquellas que buscan que el paciente explique con mayor precisión lo que piensa, siente o cree, permitiendo al terapeuta comprender mejor su experiencia interna. Su función no es cuestionar, sino entender exactamente qué significa para el paciente lo que está expresando. Suelen utilizarse cuando hay ambigüedad, generalizaciones o conceptos vagos. Por ejemplo: “¿Qué quieres decir exactamente con ‘todo me sale mal’?” o “¿A qué te refieres con ‘fracasar’?”. Estas preguntas ayudan al paciente a poner en palabras más concretas sus pensamientos automáticos, creencias o emociones. Además, invitan a detenerse y reflexionar sobre lo que realmente está diciendo, lo que muchas veces ya inicia un pequeño cambio. Son esenciales para construir una base sólida desde la cual poder trabajar el resto del proceso socrático. Favorecen la claridad, el foco y la conexión terapéutica.
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Investigativas
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Las preguntas investigativas se utilizan para explorar las bases, las evidencias y los orígenes de un pensamiento o creencia del paciente. Son fundamentales para ayudar a examinar cuán sólida o justificada está una idea que le genera malestar. Suelen formularse con curiosidad y sin confrontación, como por ejemplo: “¿Qué te hace pensar que eso es cierto?” o “¿De dónde viene esa idea?”. Estas preguntas permiten al paciente revisar si sus pensamientos están basados en hechos, suposiciones o experiencias pasadas. También promueven una visión más amplia al invitar a buscar ejemplos que apoyen o contradigan sus creencias. En lugar de discutir directamente el contenido, se explora el contexto que lo sostiene. Son clave para abrir la puerta al cuestionamiento y la reevaluación, desde una posición segura. Conducen al paciente hacia una mayor conciencia crítica de sus propios procesos mentales.
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Alternativas
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Las preguntas alternativas tienen como objetivo invitar al paciente a considerar otros puntos de vista o explicaciones posibles a una situación determinada. No se trata de invalidar lo que piensa, sino de ampliar su perspectiva y romper con visiones rígidas o extremas. Por ejemplo: “¿Hay otra forma de interpretar lo que ocurrió?” o “¿Qué diría un amigo tuyo si estuviera en tu lugar?”. Estas preguntas fomentan la flexibilidad cognitiva y ayudan a reducir pensamientos polarizados del tipo «todo o nada». También estimulan la imaginación empática, al explorar cómo otras personas podrían percibir la misma experiencia. Son especialmente útiles cuando el paciente se ha quedado “atrapado” en una única narrativa. Al pensar en alternativas, puede descubrir interpretaciones más realistas, amables o funcionales. Este proceso no impone una nueva visión, sino que abre la puerta a múltiples significados posibles.
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Consecuencias
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Las preguntas de consecuencias ayudan al paciente a explorar qué ocurre o podría ocurrir si su pensamiento fuera cierto, o si actúa en base a él. No buscan reforzar el miedo o la preocupación, sino promover una reflexión más realista sobre los posibles desenlaces. Ejemplos de estas preguntas serían: “¿Qué es lo peor que podría pasar?” o “¿Y si eso ocurre, cómo lo manejarías?”. También se puede indagar: “¿Qué efecto tiene en ti creer eso?”. Este tipo de preguntas permite anticipar, desdramatizar o dimensionar el impacto de un pensamiento, ayudando al paciente a detectar exageraciones, temores infundados o profecías autocumplidas. Además, abren espacio para reconocer recursos personales y estrategias de afrontamiento que antes no se habían considerado. Es una forma de fomentar el empoderamiento desde la conciencia de los propios límites, capacidades y escenarios reales.
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Preguntas que promueven la evidencia y la lógica
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Las preguntas que promueven la evidencia y lógica son aquellas que buscan evaluar la validez de los pensamientos del paciente, ayudándole a identificar si sus creencias se sustentan en hechos objetivos o si están basadas en suposiciones. Estas preguntas invitan al paciente a examinar las pruebas a favor y en contra de su pensamiento. Por ejemplo: “¿Qué evidencia tienes que respalde esa creencia?” o “¿Qué te haría cambiar de opinión sobre esto?”. También se puede preguntar: “¿Cómo sabrías si tu pensamiento es verdadero?”. Este tipo de preguntas busca que el paciente ponga en duda sus pensamientos automáticos y los cuestione de manera lógica, con base en la realidad. Al promover este análisis crítico, el paciente aprende a identificar distorsiones cognitivas y a reemplazarlas por interpretaciones más equilibradas y fundamentadas. De esta manera, se fortalece la toma de decisiones racionales y se favorece un mayor control sobre las emociones.
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Estructura típica de una secuencia socrática
El estilo socrático se puede aplicar de forma muy puntual en algún momento de la conversación. De hecho, en todas mis sesiones en Calma Al Mar lo utilizo en algún momento de la sesión, o incluso a lo largo de una sesión en muchos momentos diferentes, de una manera no planificada ni rígidamente estructurada. Para mí, el diálogo socrático se ha vuelto una forma interiorizada de hablar en muchos momentos diferentes de las sesiones, al igual que se ha vuelto natural el respeto por los silencios, la validación de las emociones del paciente, el no juzgar o el ser consciente de la importancia del lenguaje no verbal.
El diálogo socrático también se puede realizar de una manera secuencial o encadenada. Lo he empleado así en algunas ocasiones. La estructura típica de una secuencia socrática, a modo de ejemplo, podría seguir un enfoque progresivo y lógico basado en 7 pasos, en el que el terapeuta guía al paciente a través de varias etapas que permiten una exploración profunda de sus pensamientos y creencias. La secuencia puede dividirse en los siguientes 7 pasos:
- Identificación del pensamiento o creencia central: El terapeuta comienza ayudando al paciente a identificar un pensamiento o creencia que está causando malestar emocional o que parece irracional. Esto puede ser algo como «Soy un fracaso porque cometí un error».
- Exploración y clarificación: El siguiente paso es aclarar y profundizar en este pensamiento mediante preguntas clarificadoras. Por ejemplo: “¿Qué significa para ti ser un fracaso?” o “¿Cómo defines un error?”. Esto permite descomponer la creencia en partes más manejables y precisas.
- Examinar la evidencia: En esta etapa, se usan preguntas investigativas para explorar la validez del pensamiento. Ejemplo: “¿Qué pruebas tienes para apoyar esta creencia?” o “¿Hay situaciones en las que hayas cometido un error y aún así no te consideres un fracaso?”. El objetivo es ayudar al paciente a identificar si su creencia está basada en hechos o en suposiciones.
- Consideración de alternativas: Luego, el terapeuta invita al paciente a considerar otras interpretaciones posibles. Por ejemplo: “¿Qué otras explicaciones podrían existir para este error?” o “¿Cómo verías esta situación si fueras menos crítico contigo mismo?”. Esto fomenta una visión más flexible y menos rígida.
- Evaluación de consecuencias: El terapeuta indaga sobre las consecuencias de sostener o actuar según el pensamiento. Se pueden hacer preguntas como: “¿Qué ocurriría si sigues creyendo que eres un fracaso?” o “¿Qué impacto tendría esto en tus acciones diarias?”. Esto ayuda a que el paciente evalúe el efecto de mantener pensamientos desadaptativos.
- Desafío y reformulación: Finalmente, el terapeuta desafía la creencia central con base en las evidencias recopiladas y las alternativas ofrecidas. Se fomenta una reformulación más adaptativa y realista del pensamiento. Por ejemplo: “¿Te parece más útil pensar que cometiste un error, pero eso no define tu valor como persona?”.
- Resumen y consolidación: Para cerrar, el terapeuta resume lo discutido y refuerza la nueva perspectiva, asegurándose de que el paciente haya internalizado el proceso y pueda aplicarlo a futuras situaciones.
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Errores comunes
Al aplicar el diálogo socrático, uno de los errores comunes es interrumpir al paciente demasiado pronto, lo cual puede interrumpir su proceso de reflexión. Es esencial dejar que el paciente explore su pensamiento sin apresurarse a intervenir.
Otro error es imponer respuestas o sugerir soluciones directamente, tras una pregunta. Esto va en contra del principio socrático de guiar al paciente a encontrar sus propias respuestas. Además, puede ocurrir que el terapeuta use preguntas que son demasiado directas o confrontativas, lo que puede hacer que el paciente se sienta juzgado o a la defensiva, en lugar de invitado a reflexionar.
Otro fallo es no dar espacio suficiente para que el paciente piense entre cada pregunta, lo que puede hacer que el proceso se sienta apresurado. A veces, los terapeutas también pueden caer en la trampa de no adaptar las preguntas al nivel del paciente, lo que puede hacer que se pierda la conexión.
Un cuarto error es lo que yo llamo las “preguntas auto-respondidas”, que son preguntas que parece que ya llevan una respuesta implícita dentro de la propia pregunta. Por ejemplo:
- ¿No crees que tendrías que haberle dicho a tu madre que no estabas dispuesto a ayudar a tu padre porque ese día tenías mucho que estudiar?
- ¿No crees que la razón de tu estado de ánimo bajo es que no sales de casa y no te relacionas con gente en toda la semana?
Finalmente, un error es no validar las emociones del paciente, ya que las preguntas socráticas deben ser utilizadas de manera que respeten su experiencia emocional y no la minimicen.
Fernando Pena
www.fernandopena.es
Contacto: fernando@cop.es
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