LUCHAR CONTRA EL ESTIGMA ¿ESTO ME DA TOC?
A menudo usamos el término «TOC» de manera equivocada para describir conductas cotidianas, como comprobar si hemos dejado el coche abierto o si apagamos el gas. Sin embargo, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) no es simplemente ser “maniático” o estar pendiente de los detalles. Todos, en algún momento, experimentamos pensamientos intrusivos o dudas.
La diferencia aparece en cómo reaccionamos ante esas dudas. En la mayoría de los casos, simplemente las comprobamos una vez y luego seguimos con lo que estábamos haciendo. Si la duda no tiene una base sólida, aceptamos la incertidumbre y seguimos adelante sin necesidad de revisar. Sin embargo, hay personas que no pueden evitar hacerlo, y aunque ya lo hayan comprobado, la duda persistente les lleva a revisar una y otra vez. Estas personas no tienen pensamientos completamente irracionales; en realidad, todos podemos tener pensamientos obsesivos que nos causan incomodidad. La principal diferencia es que quienes sufren TOC, no pueden ignorar esas ideas, y finalmente, sus vidas se ven dominadas por las obsesiones y las compulsiones.
Cuando hablamos de TOC, es fundamental entender los dos componentes que lo definen: las obsesiones y las compulsiones. Las obsesiones son pensamientos, imágenes o impulsos intrusivos que generan ansiedad o malestar en la persona, mientras que las compulsiones son conductas repetitivas que se realizan para aliviar ese malestar, aunque temporalmente. Las compulsiones pueden ser de diversos tipos. Algunas son conductas visibles, como la limpieza excesiva (lavar las manos una y otra vez), la comprobación repetida de puertas, interruptores o electrodomésticos, o el orden y alineación de objetos de manera muy específica. Otras compulsiones son mentales, como rezar, repetir frases o contar mentalmente objetos.
Aunque las compulsiones ayudan a reducir la ansiedad en el momento, refuerzan la obsesión, haciendo que esta se repita con mayor intensidad y frecuencia. Este ciclo constante de obsesión y compulsión genera un malestar profundo, que puede llegar a desencadenar sentimientos de culpa y ansiedad. La persona afectada intenta evitar o suprimir las obsesiones, pero al hacerlo, recurre a los rituales, como una forma de control. Sin embargo, este alivio es sólo momentáneo, ya que las compulsiones no resuelven el problema, sino que lo perpetúan, afectando poco a poco la vida personal, laboral y social de la persona. Con el tiempo, el TOC puede tomar un control significativo sobre la vida de la persona, interfiriendo en su bienestar.
Los síntomas suelen comenzar en la niñez tardía o la adolescencia, aunque también pueden manifestarse en la edad adulta temprana, siendo más común que el diagnóstico se realice en jóvenes adultos. Estos síntomas pueden aparecer de manera gradual, con períodos en los que se intensifican o disminuyen, y tienden a empeorar en momentos de estrés. Además, las obsesiones y compulsiones pueden variar a lo largo del tiempo, cambiando su naturaleza o intensidad.
Actualmente, la terapia que ha mostrado ser más efectiva es la terapia de exposición con prevención de respuesta. Diversos estudios han demostrado que este enfoque, que forma parte de la terapia cognitivo-conductual, es muy eficaz para reducir las conductas compulsivas.
A través de esta terapia, las personas con el tiempo logran aprender a tolerar la incomodidad de las obsesiones sin ceder a la necesidad de alivio. Este proceso, aunque desafiante al principio, ayuda a la persona a darse cuenta que las catástrofes que teme no se materializan si no realizan sus rituales y pueden seguir adelante con su vida a pesar de esos pensamientos. La clave está en continuar a pesar de los pensamientos.