Cómo poner límites a otra persona en solo 6 pasos
Cómo poner límites a otra persona en solo 6 pasos
Poner límites es una habilidad esencial para mantener relaciones saludables y evitar dinámicas de
abuso, de conflicto o sobrecarga emocional. Muchas personas sienten culpa o miedo al establecer
límites, pero hacerlo no es egoísta, sino necesario para el bienestar personal y el respeto mutuo. En esta
ocasión te voy a plantear algunas pautas concretas para poner límites a otra persona.
Soy Fernando Pena, psicólogo y presidente de la Asociación Española de Psicología Sanitaria AEPSIS.
1. La primera pauta es reconocer la importancia y la necesidad de poner límites.
Los límites no son barreras para alejar a las personas, sino herramientas que nos ayudan a definir qué
comportamientos aceptamos y cuáles no. Sin límites claros, es fácil caer en situaciones de
manipulación, explotación laboral, conflictos de pareja, discusiones familiares o resentimiento.
Seguramente tengas una situación que has venido dejando pasar, pero cada vez que sucede te altera
porque ves que se están aprovechando de ti. Y realmente lo están haciendo. Tú lo sabes. En este punto
valora lo siguiente ¿podrías pasar mucho más tiempo sin que esto te afecte? ¿si esa situación sigue
sucediendo siempre, o incluso se incrementa, está bien para ti? ¿Tampoco es tan grave? ¿Puedes vivir
con ello con facilidad? ¿O sí es grave y sí te está ocasionando sufrimiento?
En ese caso, asúmelo: poner límites es necesario e importante. Es algo urgente que tienes que empezar
a hacer. Esta tarde vi un grafiti en una pared que decía “solo los peces murtos siguen la acorriente” y tú
no quieres ser un pez muerto, ¿verdad? Asume que lo que quieres hacer es justo, es importante y es
urgente.
El paso 2 es identificar y concretar tus propias necesidades.
Piensa ¿qué es lo que tú quieres? Trata de ser específico en tu respuesta. Lo que yo quiero
es… ¿puedes terminar ahora esta frase? Te invito a decirla en voz alta. “Lo que yo quiero
es…”
Antes de comunicar un límite, es fundamental que reflexiones sobre lo que te hace sentir incómodo o
sobrepasado. Pregúntate:
¿Qué situaciones me generan estrés o malestar?
¿Qué es lo que hace la otra persona? ¿Por qué lo hace?
¿Qué comportamientos de los demás no quiero aceptar? ¿Por qué no los quiero aceptar?
¿La otra persona tiene otra alternativa de comportamiento diferente al que está haciendo? ¿tiene
la opción de acceder a lo que yo le pediría si le pusiese límites?
El paso 3 es aprende que tienes derecho a poner límites sin sentirte culpable.
Una de las cosas que más te frenan es la dificultad para decir "no" sin sentirse culpable. La gente se
siente culpable cuando pone límites. Nos han enseñado desde pequeños que “mirar por el propio
bienestar es de egoístas”, y que hay que tratar de ayudar y ser buenos con los demás. Nos han
explicado que la generosidad es una virtud. El problema es que eso lo llevamos hasta tal extremo que
preferimos el bienestar de otra persona incluso pasando por encima de nuestro propio bienestar. Es
como si el otro no se pudiese sentir incómodo con lo que yo le diga, pero que el otro me haga sentir
incómodo a mí no pasa nada. Lo tengo que aguantar. Muchas personas temen ser rechazadas o generar
conflictos, pero negarse a algo que no quieres es una expresión de amor propio, de valorarse. No es
egoísmo. Es autoestima. Es cuidar de ti. Es tener respeto por ti mismo.
El paso 4 consiste en iniciar la conversación diciendo tú el punto de vista de la otra
persona.
La forma en que expresas tus límites es clave para que sean respetados. Aplica la empatía haciendo
una descripción del comportamiento de la otra persona, y mostrando que comprendes por qué lo hace.
La descripción no la has de hacer desde un punto de vista acusativo, sino comprensivo. Por ejemplo, si
tus padres son mayores y quieres que tu hermano te ayude a cuidarlos, sin dejar toda la responsabilidad
en ti, la descripción de su comportamiento no tiene que ser acusativa, algo así como: “Es que tú
siempre pasas de todo, no te preocupas ni te involucras, estás ausente incluso en los momentos más
importantes”. Cuando planteo en este punto 4 que digas tú el punto de vista del a otra persona me
refiero a que hables con empatía, como si fueses él, por ejemplo, empieza diciéndole a tu hermano:
“Entiendo que tu carga laboral te deja poco tiempo libre y estás agotado al salir cada día de trabajar.
Además, tú tienes dos niños pequeños y necesitas dedicar tiempo a su cuidado”
Decir de forma desarrollada el punto de vista de la otra persona le quitará argumentos para que luego
no se pueda excusar en ellos para seguir aprovechándose de ti.
Si un compañero de tu equipo no hace su parte de un trabajo común, empieza diciéndole: “Entiendo
que has tenido una carga de tareas muy alta que han limitado el tiempo que has podido dedicarle a este
proyecto que tenemos en común. Sé que para ti es complicado encontrar tiempo para avanzar, y que es
un tema pesado”
Asegúrate de empezar la conversación con tranquilidad, habiendo respirado varias veces para asegurar
que reduces tu ansiedad. Usa un tono de voz firme, pero calmado, evitando disculparte en exceso o
justificarte demasiado. Una vez hayas empatizado con la otra parte y sepa que te pones en su lugar,
sigue avanzando. Sé directo con lo que tú necesitas. Dilo de forma amable sin rodeos. Para ello usa el
"yo" en lugar del "tú" para evitar que la otra persona se sienta atacada (por ejemplo, "Me siento
incómodo cuando haces esto" en lugar de "Siempre me haces sentir mal"). Recuerda que las personas
somos egos con patas. Lo más probable es que la otra persona se ponga a la defensiva porque cualquier
frase que digas va a disparar los sistemas de defensa de su ego. Por eso es imprescindible que uses el
“yo” en lugar del “tú” para que no lo interprete como un ataque hacia sus decisiones, su forma de
organizar su tiempo, o su organización del trabajo.
El paso número 5 es mantén la calma y mantén tu posición.
La otra persona puede aceptar tu límite enseguida, pero no es lo más frecuente. Lo más habitual es que
te acuse de algo, o se oponga, o que te ponga mil excusas, o que te insista para que sigas siendo tú
quien acepte algo que no quieres aceptar. Alguna personas ponen al máximo su rueda de la
culpabilidad y te atacan con ella porque saben que si van por esa parte emocional tienen más fácil
ganar.
Cuando llegue ese punto, haz un esfuerzo mayor por mantener totalmente la calma. Usa la técnica
Disco Rayado, mantén tu postura sin alterarte. Vuelve a decir que comprendes su punto de vista.
Incluso desarrolla su punto de vista para que esa persona vea que le entiendes bien y que te pones en su
lugar. Y luego persiste todo lo necesario en defender lo que tú quieres.
El paso seis es agradece la escucha y la comprensión.
Cuando estableces límites, algunas personas pueden reaccionar con enojo, frustración o decepción. Es
importante recordar que poner límites no significa hacer daño a los demás, sino cuidar de ti mismo.
Tras poner límites, el ego de la otra persona puede quedar un poco herido porque de algún modo estará
asumiendo que se aprovechaba de ti. Ten una actitud compasiva. Agradécele a la otra persona su
predisposición y su comprensión. Di que para ti es muy importante que se haya puesto en tu punto de
vista y lo comprenda. Di que le agradeces que te haya dado la oportunidad de poder hablar de ello.
Por último, me gustaría recordarte esta frase, porque si te gusta te invito a compartirla. La frase dice
así: “Para construir relaciones sanas, necesitamos tener conversaciones incómodas” ¿Qué te parece?
¿Estás de acuerdo? Déjamelo aquí abajo.
Fernando Pena Vivero
Psicólogo
Director del centro de psicología Calma Al Mar




