Más allá de lo que una vez creímos imposible. Entrevista a Marta.

Hace un par de semanas, Noémi, colaboradora en el Centro de Psicología Sanitaria Valencia tuvo el placer de entrevistarse con Marta, que pese a lo mucho que ha sufrido a su corta edad, es todo un ejemplo de superación personal. Una chica deportista desde muy pequeña, practica gimnasia sincronizada y actualmente también da clases. Ha tenido que lidiar con situaciones demasiado complicadas para cualquier persona de 18 años, pero solo con su férrea voluntad ha logrado someterse a tratamiento, salir de su enfermedad y evitar recaídas.

La Anorexia Nerviosa, que afecta principalmente a chicas adolescentes y mujeres jóvenes está caracterizada por la imagen corporal distorsionada y el uso de una dieta excesiva que lleva a una severa pérdida de peso y un miedo patológico a engordar o aumentar de peso. Los criterios de detección incluyen la amenorrea o ausencia de al menos tres ciclos menstruales, por supuesto este criterio no puede ser aplicado a hombres, chicas que aún no tienen la menstruación, mujeres menopaúsicas y mujeres tomando contraceptivos orales, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders DSM-V).

La Bulimia Nerviosa está caracterizada por frecuentes episodios de ingesta de grandes cantidades de comida y seguido por un comportamiento inadecuado tal como vómito inducido para evitar ganar peso. Se ha reducido el espectro de valoración de la bulimia de un vómito auto inducido a dos vómitos auto inducidos a la semana, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders DSM-V).

La anorexia y la bulimia nerviosa son enfermedades duras y complejas. Las personas que padecen este tipo de trastornos alimentarios, su mayoría chicas adolescentes, piensan que no hay solución y no van a poder terminar con su sufrimiento. Marta ha demostrado ser muy fuerte, pidió ayuda y ha luchado para sobreponerse a su enfermedad. Es por esto que quiere compartir su historia con vosotros y espera poder dar fuerzas y esperanza a aquellas personas que puedan estar atravesando situaciones similares.

Después de leer la entrevista, tú mismo podrás comprobar las fases por las que ha pasado Marta y como ha cambiado desde el inicio de su historia hasta el momento presente.

Marta tiene 18, es estudiante de psicología y se siente entusiasmada por ello. Al proponerle participar en este proyecto en el que buscamos contar historias reales y ayudar a aquellas personas que estén pasando por lo mismo, no dudó un instante en concedernos una entrevista, lo que demuestra que ya no le tiene miedo a su enfermedad y está decidida a superarla. A continuación, Marta nos cuenta cómo ha sido capaz de afrontar una dura enfermedad y cómo sigue luchando y superándose día a día.

 

ENTREVISTADORA: Descripción de la situación. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo ha ido evolucionando la enfermedad a lo largo de los años?

MARTA: Todo empezó cuando tenía 10 años, tuve problemas en el colegio y acabé cambiando de centro. Había mucha rivalidad por ser la mejor, la que mejor fuera vestida, la que llevara las mejores marcas y en cierta manera me acabé obsesionando por el cuerpo y el aspecto físico.

Por otro lado, en casa, mis padres siempre me han comparado con mis primos y con otras personas y yo sentía que no valía nada, como si fuera invisible. Tenía la necesidad de ser vista fuera de casa y empecé a tener conductas enfermas, como por ejemplo no comer nada durante días. Con 13 años, cuando cursaba 2º de la E.S.O me diagnosticaron  anorexia.

La enfermedad me daba una falsa sensación de seguridad, porque cuando estaba un tiempo sin comer evitaba pensar en otras cosas y me sentía fuerte y eso me motivaba a seguir haciendo lo mismo. Cuanto más bajaba de peso más quería quitarme. Me marcaba llegar a 55kg, y cuando llegaba me marcaba 50kg y así iba bajando y sintiéndome muy fuerte por poder conseguir lo que yo quería. Logrando mis objetivos me demostraba a mí misma lo fuerte que era.

Esta conducta se empezó a incrementar también dentro del deporte que yo practicaba (gimnasia sincronizada) porque teníamos mucha presión, la entrenadora nos decía que teníamos que adelgazar, que estábamos muy gordas y yo empecé a dormir con los pies atados y a ir al colegio con pesas en los pies. Pero llegó un momento que no podía más, me moría de hambre y había adelgazado 20kg, llegado a este punto empecé a comer mucho y engordé todo lo que había adelgazado. Se convirtió en un círculo vicioso, en el que había temporadas que comía grandes cantidades que me hacían engorda, y otras que no comía nada y perdía todo lo que había subido de peso anteriormente. Mi peso oscilaba 20kg arriba o abajo, esta conducta castiga muy duramente el cuerpo y la mente. La fase de adelgazar no comía casi nada y además hacía mucho ejercicio, pero llega un momento que no podía más y me hinchaba a comer, sobre todo a escondidas, lo que me llevaba a engordar de nuevo y sentirme mal conmigo misma y con mi cuerpo. Me diagnosticaron bulimia con 17 años, estando en segundo de bachillerato, y yo sentía que no valía nada.

Mi madre, cuando empecé a engordar un montón porque no podía más con toda la situación que estaba viviendo, no entendía que comiera tantas cosas a escondidas y acabó desarrollando Anorexia, yo tenía unos 15 o 16 años. Pensaba que mi madre hacía esto en forma de espejo y quería decirme que eso es lo que tenía que hacer.  Actualmente, ella no está en tratamiento porque no asume que tiene un problema, sigue tratamientos nutricionales e intenta restringir su comida cuando yo no estoy en casa.  Mis padres y yo estamos acudiendo a terapia familiar, pero ella no sigue terapia individual.

Me tuve que dejar el deporte, el año pasado, siguiendo las pautas recibidas por mis terapeutas, luché por quedarme en gimnasia sincronizada, pero me lo negaron totalmente, me dijeron que no podría curarme. Perder el deporte fue muy duro porque todo lo que yo hacía con mi cuerpo de adelgazar, engordar era difícil pero el deporte me aportaba cosas buenas y me gratificaba. Yo me sentía más fuerte por poder practicarlo y cuando no pude hacerlo empecé a autolesionarme, a hacerme cortes y pensaba que podía con todo.

En noviembre de 2014, cuando tenía 17 años, comencé el tratamiento en la clínica que estoy en la actualidad y desde entonces no he cambiado de terapeutas, ahora me queda muy poco para terminar con el tratamiento. Anteriormente he estado en manos de médicos y terapeutas del hospital público que me correspondía, pero siempre lo he dejado todo a medias. Pese a tener un intento de suicidio a mitad de este tratamiento, al salir del hospital me conciencié totalmente con que esto no es una forma de vivir y peleo desde entonces para no caer nunca más.

 

ENTREVISTADORA: ¿Qué dificultades has tenido y cómo te has enfrentado a ellas?

MARTA: He tenido muchas dificultades, a lo largo de estos años, desde el colegio como ya he mencionado anteriormente, hasta problemas en el instituto y familiares.

La enfermedad no son sólo los vómitos o la falta de ingesta de comida, esto es sólo lo que se ve. Realmente es como un iceberg, las conductas que las demás personas ven representan tan solo la punta de este iceberg, pero las cosas más graves están ocultas. Lo primero que eliminas con el tratamiento son esas conductas alimenticias de riesgo, pero lo más difícil es sanar las heridas que te han llevado a ello.

 

una noche tomé muchos antidepresivos y tuve que ser ingresada de urgencia en el hospital, entré en estado de coma”

El año pasado, con 17 años, me traje una chica americana de intercambio a vivir a mi casa y resulta que ella también tenía anorexia. Al juntarnos las dos todo se retroalimentaba y en ese momento me ingresaron definitivamente. Los compañeros de clase se enteraron de lo que me estaba pasando y me dejaron de lado, pensé hasta en irme del colegio. Ese año fue, cada mañana era una pelea porque no quería ir al colegio. Tenía que hacer frente a un tratamiento muy duro, es decir enfrentarme a la realidad. Tenía que destapar todo lo que yo me había formado y una noche tomé muchos antidepresivos, tuve que ser ingresada de urgencia en el hospital, entré en estado de coma. Me los tomé porque quería morirme y si no lo conseguía al menos llamar la atención de mis padres para que se preocupasen por mí, pues no me sentía aceptada por ellos. A menudo, tenía pensamientos suicidas porque para lo que estaba pasando no era vida y no quería pasar por eso. Desde los 11 años he tenido pensamientos suicidas, pero hasta los 17 no me atreví a intentarlo. Cuando recibí el alta médica, retomé mi tratamiento en la clínica actual y ahora me queda muy poco para terminar.

Lo que me motivó a salir de la enfermedad fue darme cuenta que estaba en una especie de coma. Yo estaba viva, pero no sentía nada, solo sentía cosas por la comida. No sentía nada con mi familia, novios o amigos, todo me daba igual. Solo pensaba en la comida, en vomitar y en el peso. Todo en lo que pensaba estaba relacionado con la enfermedad, quería curarme y encontrar un peso estable, no podía estar adelgazando y engordando tan bruscamente.

“se me pasaba por la cabeza que desde que mis hijos nacieran estarían a dieta permanente y comerían lo mínimo”

Por otro lado, siempre he querido estudiar psicología y pensaba; “yo estoy enferma”, “¿cómo voy a ayudar a otra persona a superarse?”. No quería darles a mis hijos una educación enferma, se me pasaba por la cabeza que desde que mis hijos nacieran estarían a dieta permanente y comerían lo mínimo.

Ahora mismo me siento mejor, antes soñaba con la comida, con las calorías que comía, con que tenía que hacer ejercicio físico, con hacerme daño y no paraba de pensar en todo esto en ningún momento del día. Pensaba; “soy gorda”, “doy asco”, era como tener una ametralladora en la cabeza todo el día machacando.

Antes cada día me resultaba más difícil levantarme de la cama, ya que tenía que desayunar y esto normalmente implicaba una disputa en casa. Más tarde, para ir a clase pasaba mucho tiempo para decidir que ropa me ponía porque con todo me veía muy mal. Tuve una época horrible y rompí espejos, llegando a vomitar solo de ver mi reflejo en el espejo, sin meterme los dedos en la garganta ni nada. No me atrevía a salir a la calle, ni a hacer amigos porque sentía que nadie tenía por qué tener al lado a una persona como yo.

Actualmente es cierto que me siento mucho mejor, pero esto no es una enfermedad que desaparece, sino que se duerme y puede despertarse en cualquier momento de nuevo. Puede despertarse solo en forma de pensamientos que general malestar o en conductas. En mi caso las conductas de riesgo han desaparecido, pero sigo teniendo pensamientos que me atormentan. Pienso que, tengo que aprender a vivir con esos pensamientos toda la vida y no llegar a hacer lo que me dicen, esto supone una pelea interna constante. Ahora mismo, al menos, no tengo miedo a ser yo misma y puedo disfrutar, antes no disfrutaba de nada porque no podía sentir.

ENTREVISTADORA: ¿Qué tratamiento estás recibiendo actualmente? ¿Qué figuras de apoyo has tenido durante todo el proceso?

MARTA: Actualmente desde hace 11 meses sigo un tratamiento de Desensibilización y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares (EMDR), que consiste en desbloquear las heridas del pasado, por lo que tengo que revivir todo lo que pasé en esos momentos. Como había dejado pasar tanto tiempo mis problemas se habían convertido en una bola inmensa. Anteriormente a este tratamiento no hice ningún otro porque como he dicho ya, me dejé a medias los tratamientos de los médicos del hospital público.

En cuanto a mis apoyos emocionales mis padres siempre me han apoyado económicamente, aunque no me he sentido aceptada por ellos. Mi entrenadora me hizo sufrir mucho en el aspecto físico porque nos incentivaba a adelgazar, pero cuando se descubrió mi enfermedad me apoyó mucho. Luego mis terapeutas y ahora mi novio, Pablo. Mi familia decía que yo hacía esto porque me daba la gana y que solo me podía curar si yo quería.

ENTREVISTADORA: ¿Qué les recomendarías a aquellas personas que estén atravesando una situación similar?

MARTA: Me gustaría decirles, que al mínimo problema que tengan y vean que se están obsesionando con el peso y su imagen corporal pidan ayuda y no esperen a que aparezcan las primeras conductas de riesgo. Se empieza por una pequeña cosa pensando que puedes controlarlo y no es así. Una vez empiezas no puedes parar.

Yo llevo 8 años enferma y tengo compañeras que llevan enfermas 40 años, una vez llevas tantos años es muy difícil salir. Es necesario que cuando detectes este tipo de conductas, pidas ayuda a un profesional de inmediato.

 

 

 

 

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